... Es esta la hora de los curiosos, su hipotética hora perfecta.
En esta obra, este
teatro que llamamos existencia,
los espectadores ya no
aplauden,
ya no disfrutan del
drama ni la comedia;
los actores ya no
actúan y no son de si mismos ni de nadie,
su performance es la
inmovilidad.
Ya no hay elogios, ni
crítica, ni bis.
La adicción a lo común concebida sobre el escenario
como un ballet de figuras paralizadas.
Los diálogos de lo cotidiano son discursos de silencio.
La vanguardia es lo viejo.
Dirección, actuación, superstición: todo;
el oficio de la gente vencida.
Con ellos, con esa gente, esas células cancerosas
que enferman al mundo con su libre albedrío de espanto,
también se encuentran maltrechos los países,
que enferman al mundo con su libre albedrío de espanto,
también se encuentran maltrechos los países,
con todo su acero y sus
huesos en anarquía inanimada,
esperando por los cinco
minutos finales, la cuenta regresiva.
¿Hay algo más perfecto
que la indiferencia,
algo más sabio, bueno y virtuoso?
es el triunfo de la
civilización,
el placer de la voluntad liberada de las cadenas del deseo,
la moral que escapa a lo bueno y a lo malo;
es el arte que supera
todo libre albedrío,
toda satisfacción y
toda violencia.
Es la moral de dios.
¿Quién sabe del daño
vital que nos causa la desolación?
Cuál vida. cuál daño.
que yo sepa no quedan
científicos, filósofos ni asesinos
a los que no les haya
ganado la grotesca apatía,
no quedan sabios a los
que interesen las preguntas.
Solo quedan respuestas,
por siempre, infinitas;
y ante ninguna pregunta, ellas, las respuestas, son tan innecesarias
como el miedo.
Todos somos un aborto
de millones de vidas.
Ya nadie se muere de
deseo, ...
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