Curiosa la forma de las nubes, oscuras gesticulaciones,
trabajo dramático del agua leve sobre el fondo ceniza del
ocaso;
su movimiento, su curiosa traslación de planetas gaseosos,
en circulación atmosférica guiada por la ley gravitatoria
del viento,
en ráfaga de alfileres clava los cuerpos curiosos que son
multitudes
de pequeños muñecos en una especie de brujería cósmica;
curiosa luminosidad, también, con la que se apaga el día
en todos los tonos grises del arcoiris; y curiosidad, que es
máxima, en su conjunto,
alzar la mirada hacia la esfera, sobre la cabeza, y que la
primera previsión sea
levantar los hombros y entregarse en cuerpo y alma a la
representación
cierta, dramática, de presentir un mal pronóstico
meteorológico.
Es esta la hora de los curiosos, de los curiosos vencidos,
la hora de la última belleza del mundo, del fin del mundo
(otra vez),
la realidad última de los observadores que sienten, alucinan
que el olor de final es el de flores marchitas sobre una
tumba recién olvidada.
En fachadas proyectando sobre el asfalto sombras de estilo
fallido,
por toda la tierra, las puertas que ya se olvidan del íntimo
sonido de pasos
tienen los postigos cerrados.
Toda vida conmovida reflejando su miedo hacia adentro,
cada célula penetrada, recorriendo las venas como
escalofrío,
tan silencio sepulcral que corta el aliento; inundando,
como rojas hormigas que entran por los poros y grietas de
cuerpos y edificios
que perdieron su hermetismo, su dura armadura de valor y
cemento.
Rebalsa por la boca, la cuestión fundamental del miedo,
en la forma de un rezo en grito indiferente, como silencio
inquisitivo.
Araña las paredes cuando trepa, choca contra el cristal de
las ventanas
como insecto, escapa por las chimeneas como humo, por las
cañerías
con los desechos de la vida, por los siglos de los siglos
como el tiempo;
asciende, todo sobrecogimiento, en distintas lenguas,
acentos y mutismo
hasta resonar como un susurro general de alas en desbandada
tras el susto de la estampida del disparo y la muerte.
Es esta la hora de los curiosos, su hipotética hora
perfecta.
En esta obra, este teatro que llamamos existencia,
los espectadores...
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