El camino misterioso va hacia el interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro. - NOVALIS

Especie de diario poético del que vive dentro. -el autor

29.7.14

Preludio III (náufragos de un mar eterno)


... tuvieron la razón completa
(se las concedimos, magnánimos derrotados)
cuando ya no les importó tenerla.

Llegó el fin: la apatía, la frialdad.

Los corazones rotos se acumularon en montañas,
después de habernos acostado todos con todos.
Un día, después del desayuno, se terminó de escribir el último poema,
¿acaso este?;
para la hora del almuerzo nuestra sangre corría lentamente y murió
lo vibrante, cálido y excitante de la carne;
a la hora de la siesta se comenzó a callar y todo
tomo una extraña semejanza a naturaleza muerta;
con el atardecer se escucho la última canción;
la hora de la cena marcó la fuga, trágica y ridícula, del amor
que, como es costumbre, escapó al último.
Sucedió sin aviso.
Pasamos de grandes intérpretes a sordos, ciegos y mudos;
de andar las calles a quemar los mapas;
de sonido de armas a sentarnos en una esquina a invocar al vacío;
de sexo a aborto.
En el horizonte, asomó una aurora, la primera del fin,
como una joya falsificada,
agotamos toda maravilla de nuestros ojos.
Luego de miles y miles años el mundo comenzó a podrirse, la evolución cesó.
Ahora flotamos sobre la superficie del tiempo
como náufragos de un mar eterno de aburrimiento
que se extiende hasta donde los ojos ya no logran ver.

Solo describo un cuadro general de sucesos escabrosos,
desde luego, este drama del despilfarro duró mucho más y fue más violento:
lo he simplificado todo para lograr abarcarlo con palabras.

¿A quién culpar? porque hay que culpar a alguien.
Por mi parte, de entre toda la gente, el criminal original, lo culpo a él;
culpo a ese que me mira cuando miro dentro del espejo, que se parece a mi,
camina como yo, tiene mis ojos y en ellos flota mi culpa.
Lo culpo de este fin. Yo soy mi abismo, yo soy mi fin.
¿Quién dice que el fin del mundo no está en el interior,
de quien lo inventa, lo concibe y lo vive?
El fin que se esconde detrás de nuestros asombrados ojos,
esperando su oportunidad; el final que se mueve a hurtadillas
entre la nada, los vestidos, la costumbre y el aburrimiento.

Para que el mundo acabe no se necesitan sucesos apocalípticos ni absurdas profecías,
no son precisas guerras nucleares, ni extinciones masivas, ni eventos celestes,
es más fácil. El fin es el desencanto, pie tras de pie, clausurando la maravilla,
confundiendo lo que en verdad importa con lo prescindible,
repitiendo al oído que no hay jornada de la vida que tenga sentido,
que esto es, después de todo, solo azar y la realidad un escenario artificial y un engaño.
Se apagan las risas. Uno descubre que lo único que brilla con intensidad es la duda,
que nada es ciencia cierta. Si se es justo, uno comprende
que no hay ideología, idolatría ni idilio que expliquen a cabalidad la vida.
Si se es justo, uno comprende que el fin, con todo el drama que le precede,
también es parte de la charada del ser, su consumación.

23.7.14

Preludio II (el sabroso bocado que indigesta)


... Quien quisiera ser un ignorante también podía serlo,
solo había que abandonarse; el vacío también es una pasión.

Las caras se mostraban abiertas y delirantes
como trozos de carne con alas, cordiales ángeles,
ansiosas aves de presa, ardientes fénix renaciendo;
esas expresiones se encontraban en todo lugar, multiplicadas,
omnipresencia de miradas ansiosas, de risas satisfechas;
al salir del metro ojos, en el parque bocas, el cine lleno de orejas,
apasionadas y airadas expresiones del deseo:
encantadora la batalla de los rostros contra el tiempo,
disimulando la derrota con tratamientos y operaciones,
escondiendo la duda tras gafas oscuras de última moda.

Respirábamos un aire que se calentaba, muy juntos,
veíamos témpanos derretirse y esperábamos el milagro
de un cambio de era hacia una conciencia trascendental,
(o al contrario) un  cambio de conciencia que construyera la nueva era,
hacia el tiempo que ya no pudiera herir al mañana:
en resumen, íbamos caminando confiados hacia cielos de color extraño.
Pero nunca nos conformamos, siempre estuvimos ansiosos de más,
siempre queríamos más de lo equivocado,
no de lo que satisface sino de lo que indigesta.
Necesitábamos más, siempre más, hasta conseguir probar
el sabroso bocado de la conquista pero nunca sintiéndonos saciados;
y a los que decían que errábamos el camino,
 a esas voces que advertían desastre, a esos profetas
les llamábamos exagerados, neuróticos, fanáticos,
con mil nombres tras los cuales escudábamos nuestro ceguera,
extravagantes charlatanes: algo sucederá, decían, y no será bueno;
será tarde cuando ya no hayan más sábanas limpias
para cubrir los cadáveres.
El loco con el letrero que dice "el fin está cerca" tenía razón.
Si acaso les dimos el beneficio de la duda, un pedazo de nuestra duda:
en cambio tuvieron la razón completa
(se las concedimos, magnánimos derrotados)
cuando ya no les importó tenerla.

No se de donde llegó el fin pero llegó, la apatía y frialdad,
los corazones rotos ... 

17.7.14

Preludio I (un extraño sentido general de satisfacción)


... Solo quedan respuestas innecesarias y el cielo,
solo queda silencio y un mal pronóstico meteorológico.

No siempre fuimos así.
No siempre nuestras mentes estuvieron cansadas,
maniatadas por los acertijos. Hubo un día
en que la conversación llenaba las calles, los recintos, el transporte público,
los espacios que podían ser llenados con su ruido.
Los colores eran más bellos, encantadores de veras,
sobre todo cuando bajo las luces de la tarde caminábamos,
en ejércitos alegres, de vuelta del trabajo a nuestras casas,
como hormigas satisfechas. En esos días,
los pecados eran absueltos a poco precio.
Ni la guerra desentonaba y, a pesar de todo, la risa parecía ganarle terreno al dolor.
Les digo, aquello era cosa de locos,
nadie tenía tanto miedo como para perder la esperanza;
la fragilidad era bien vista, la sensación de asfixia
se limitaba a unos cuantos momentos aislados, eran fantasmas apenas.
Si yo fuera un exagerado diría que la gente bailaba por las calles,
pero no lo soy, así que diré más bien que lo que había era un extraño
sentido general de satisfacción
que hacía transcurrir la existencia por una época dorada
de ciencia y consciencia.

La humanidad florecía con la vida como telón de fondo y viceversa,
que baile de máscaras,
que enorme fiesta era aquello en todo lugar y a todo momento,
verse empujado por multitud de ansias y deseos incendiando las noches.
Se respiraba el arte, la imaginación, la inspiración, la aspiración;
la magia de la mente exhibida sin inhibiciones por las salas y calles.
Los truhanes, hacíamos el cielo en la tierra y éramos tomados por magos.
Multitud de ángeles guardianes pululaban alrededor del alumbrado público,
el alma tenía futuro, estaba de moda la fe en imágenes, estampas y edificios.
La mente era un templo, a puertas abiertas o cerradas,
el conocimiento sin importar su inutilidad se encontraba en todas partes;
quien quisiera ser sabio podía serlo,
siempre había información que ofrecer y que necesitar.
La belleza estaba en todas partes,
la veía quien supiera verla,
en los árboles, en las máquinas, en los periódicos, en la lluvia,
en el vino, en las mujeres, en los arroyos,
en las sabandijas que ofrecían placeres diversos.
Quien quisiera ser un ignorante también podía serlo,
solo había que abandonarse; el vacío también es una pasión.

Las caras se mostraban abiertas y delirantes como trozos de carne con alas ...

12.7.14

Pronóstico meteorológico III (basura bloqueando la puerta)


... y ante ninguna pregunta, ellas, las respuestas, son tan innecesarias
como el miedo.

Todos somos un aborto de millones de vidas.
Nadie muere de deseo,
cada quien con su tragedia particular,
a nadie le interesa lo que esconde su piel y la desnudez.
Las fieras y las víctimas se pasean juntas e indiferentes.
Perdimos la lengua y el hambre,
el andar cauteloso de la selva y el gesto conmovido de la presa.

Uno tropieza, sin inmutarse, en las estrechas calles, con cadáveres
que ven los amaneceres y atardeceres desde sus puestos preferentes,
sus ojos velados por el fracaso rotundo de la vida.
Ni tan siquiera la muerte intimida.
En cualquier esquina se desploman los cuerpos de desánimo y fracaso, de futilidad;
sucumben como bajo el peso de un aplastante cansancio.
La atmósfera esta saturada de nombres olvidados,
de esperanzas que ya no esperan,
de fe que ya no cree ni en si misma,
de pozos de basura de más de dos mil años de acumularse:
un día abrí la puerta y me encontré con que ya no podía salir
y me invadió el alivio de ya no tener que hacerlo.

Si yo pudiera olvidar este futuro sentenciado que llena los ojos de sucia bruma,
si el tan temido fin del mundo no se hubiera presentado como esta orgía
de gente sola a la que no le queda más memoria que la de una dispersión,
de un sincronizado suicidio por drogadicción, embriaguez,
asfixia y supresión, por neurosis y disfrute del sufrimiento.
Si yo pudiera olvidar este ridículo futuro sentenciado que se cierne
sobre tiempo, espacio y realidad como circular repetición amenazante:
¿trataría de escapar a la caída o daría un paso hacia el vacío?

Solo quedan respuestas innecesarias y el cielo,
solo queda silencio y un mal pronóstico meteorológico.

8.7.14

Pronóstico meteorológico II (huesos en anarquía inanimada)


... Es esta la hora de los curiosos, su hipotética hora perfecta.

En esta obra, este teatro que llamamos existencia,
los espectadores ya no aplauden,
ya no disfrutan del drama ni la comedia;
los actores ya no actúan y no son de si mismos ni de nadie,
su performance es la inmovilidad.
Ya no hay elogios, ni crítica, ni bis.
La adicción a lo común concebida sobre el escenario
como un ballet de figuras paralizadas.
Los diálogos de lo cotidiano son discursos de silencio.
La vanguardia es lo viejo.
Dirección, actuación, superstición: todo;
el oficio de la gente vencida.

Con ellos, con esa gente, esas células cancerosas
que enferman al mundo con su libre albedrío de espanto,
también se encuentran maltrechos los países,
con todo su acero y sus huesos en anarquía inanimada,
esperando por los cinco minutos finales, la cuenta regresiva.

¿Hay algo más perfecto que la indiferencia,
algo más sabio, bueno y virtuoso?
es el triunfo de la civilización,
el placer de la voluntad liberada de las cadenas del deseo,
la moral que escapa a lo bueno y a lo malo;
es el arte que supera todo libre albedrío,
toda satisfacción y toda violencia.
Es la moral de dios.

¿Quién sabe del daño vital que nos causa la desolación?
Cuál vida. cuál daño.
que yo sepa no quedan científicos, filósofos ni asesinos
a los que no les haya ganado la grotesca apatía,
no quedan sabios a los que interesen las preguntas.

Solo quedan respuestas, por siempre, infinitas;
y ante ninguna pregunta, ellas, las respuestas, son tan innecesarias
como el miedo.

Todos somos un aborto de millones de vidas.
Ya nadie se muere de deseo, ...

3.7.14

Pronóstico meteorológico I (la hora de los curiosos vencidos)


Curiosa la forma de las nubes, oscuras gesticulaciones,
trabajo dramático del agua leve sobre el fondo ceniza del ocaso;
su movimiento, su curiosa traslación de planetas gaseosos,
en circulación atmosférica guiada por la ley gravitatoria del viento,
en ráfaga de alfileres clava los cuerpos curiosos que son multitudes
de pequeños muñecos en una especie de brujería cósmica;
curiosa luminosidad, también, con la que se apaga el día
en todos los tonos grises del arcoiris; y curiosidad, que es máxima, en su conjunto,
alzar la mirada hacia la esfera, sobre la cabeza, y que la primera previsión sea
levantar los hombros y entregarse en cuerpo y alma a la representación
cierta, dramática, de presentir un mal pronóstico meteorológico.
Es esta la hora de los curiosos, de los curiosos vencidos,
la hora de la última belleza del mundo, del fin del mundo (otra vez),
la realidad última de los observadores que sienten, alucinan
que el olor de final es el de flores marchitas sobre una tumba recién olvidada.

En fachadas proyectando sobre el asfalto sombras de estilo fallido,
por toda la tierra, las puertas que ya se olvidan del íntimo sonido de pasos
tienen los postigos cerrados.
Toda vida conmovida reflejando su miedo hacia adentro,
cada célula penetrada, recorriendo las venas como escalofrío,
tan silencio sepulcral que corta el aliento; inundando,
como rojas hormigas que entran por los poros y grietas de cuerpos y edificios
que perdieron su hermetismo, su dura armadura de valor y cemento.
Rebalsa por la boca, la cuestión fundamental del miedo,
en la forma de un rezo en grito indiferente, como silencio inquisitivo.
Araña las paredes cuando trepa, choca contra el cristal de las ventanas
como insecto, escapa por las chimeneas como humo, por las cañerías
con los desechos de la vida, por los siglos de los siglos como el tiempo;
asciende, todo sobrecogimiento, en distintas lenguas, acentos y mutismo
hasta resonar como un susurro general de alas en desbandada
tras el susto de la estampida del disparo y la muerte.
Es esta la hora de los curiosos, su hipotética hora perfecta.

En esta obra, este teatro que llamamos existencia,
los espectadores...