El camino misterioso va hacia el interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro. - NOVALIS

Especie de diario poético del que vive dentro. -el autor

13.9.14

Sueños lúcidos III (ver, con ojos surrealistas, el mundo)


... se los aseguro: yo no seré la última persona, ni soy la primera,
que ya se quiere ir: por eso les dedico estas palabras, a ustedes,
hermanos de momento, que apenas despiertan y ya quiere volver al abrigo del sueño.

La carne no se puede resistir, nacemos plenamente necesitados de su abrigo;
no tenemos elección, nos guste o no el modelo.
Pero, ser un hombre o una mujer
es ser algo que puede retorcerse de éxtasis y jactarse de experimentar la vida
a su largo y ancho, por dentro y por fuera,
sin ser requisito el poseer un buen o mal corazón,
uno blando, duro, auténtico, punzante, vil, débil o ilimitado;
solo poseer uno, y esto, entre todo, es reconfortante.

Me da placer ver la gente en la calle y pensar en la maravilla
de mundos creándose y destruyéndose,
observarlos caminar y ejercer su oficio de existir,
algunos de ellos sinceramente distraídos e ignorantes
de su acostumbrada rebelión; ciegos y valientes.
¡Ay!, mi corazón, y tu ya estás cavando una tumba, gimiendo,
¿no sería más agradable estar ardiendo de pasión?,
volver a sentir como en esos primeros latidos,
volver a la virtud de la inocencia, de no saber
o no creer que sabes; a cantar, no a gemir.

Si pudiera volver a encontrar mi niñez, le diría que tenía razón:
siempre fue muy tarde, siempre había que apurarse; que me perdone.
Que ese breve devenir de sus mañanas y tardes fue una pieza de música resplandeciente.
Le diría que no traigo noticias del futuro,
que preguntarse lo que pasará es una pérdida de tiempo,
que mejor contemple este pedazo maravilloso de existencia que pasa sobre su cabeza,
porque demasiado pronto vendrán nubes de tormenta a cubrir su luz,
que vendrá todo eso que hiere a poner delante de nuestros ojos un fin aparente.

No hay remedio, te contagias de demencia. Mírame, míranos.
Ya habrá tiempo luego para llevar la cuenta de los días:
tu, esparce tu alegría, llénate las uñas de tierra y los bolsillos de piedras,
maravíllate de la luna y la lluvia, habita el paraíso,
cánsate de ver, con ojos surrealistas, el mundo que nadie entiende, solo tu.
Si alguna vez lo entendemos todo es cuando no sabemos nada, cuando somos niños.

Si pudiera verme en mi niñez, cuando era muy pequeño y no conocía de ansiedad;
encontrarme, sentarme a mi lado, tomarme de la mano y consolarme
por la hábil venganza que el futuro prepara.
Y ella, el yo-niño, ¿que diría?
ante esa visión de futuro que le estrecha entre los brazos y le asfixia:
diría: «Déjame ir a jugar».

Ahora me doy cuenta que ser inocente es no darse cuenta cuando pierdes la inocencia,
no saberte sentado a la mesa de la última cena...

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